Stabiblio

Cada vez que leo la Escritura me impactan palabras, frases, pasajes…

Suelo utilizar un marcador fluorescente para destacarlas. No siempre por una misma razón. A veces es porque me revelan un dato que quiero no olvidar; otras porque me sugieren una idea o son el punto de partida de una reflexión. A menudo descubro algo nuevo, o identifico elementos que no recordaba donde estaban, o simplemente algo me parece hermoso (o chocante) y no puedo evitar darle color.

En esta sección del blog quisiera ir compartiendo algunos de estos subrayados y lo que a partir de ellos se me ocurre.

No es mi intención elaborar complejos escritos teológicos; son apuntes a vuela pluma, la mayor parte espontáneos y en algún que otro caso rematadamente irreflexivos. Y, por supuesto, como es habitual, comparto también mis dudas y aquellas preguntas que nacen en mi cabeza y mi corazón.

» Stabiblios en el Evangelio de Mateo

* En la actualidad estoy utilizando la versión Dios Habla Hoy, en una edición con LETRA GRANDE de la Sociedad Bíblica de 2008

Naamán, el niño (1)

Me fascina cuando textos del Nuevo Testamento conectan con otros del Antiguo, dando paso a una coherencia precisa. Como cuando Jesús les habla a sus discípulos sobre la necesidad de convertirse en niños para entrar en el reino de los cielos y Eliseo conmina al general sirio Naamán a lavarse en el río Jordán para curar su lepra.

¿Cómo lo haría un niño, si no zambulléndose siete veces seguidas en el agua, lejos de ceremoniales adultos lastrados por la formalidad y el escepticismo?

Revisando la iconografía artística sobre la sanación milagrosa de Naamán uno no encuentra otra cosa que escenas rígidas, solemnes, casi protocolarias. En todas las representaciones, pictóricas o audiovisuales, Naamán es un hombre serio (cuando no acobardado) que entra en el río y realiza mecánicamente lo que aún considera un absurdo y humillante ritual. Sólo al final, cuando descubre que ha sido limpiado de su enfermedad, se permite el asombro, la algarabía y la gratitud.

Pero, tan importante como el lugar que determina el profeta (no cualquier río, sólo el Jordán), así como el número de veces (7) tienen un valor metafórico. Puede que el siete responda al simbolismo de la perfección, pero a mí me da por pensar que especifica el modo en cómo la humanidad debe acoger la sanidad que procura Dios a través de su Agua Viva; y no es otra que como lo conciben los niños: zambulléndonos en ella una y otra vez, como hacen los críos en las piscinas, ríos, embalses y mares de todo el mundo; saltando al agua para salir de inmediato y, tras el oportuno aviso a los padres para que no se pierdan detalle, volverse a lanzar con mayor alegría, impulso y locura. Sin desfallecer… ¿Siete? ¡Setenta veces siete!)

(continuará…)

Naamán, el niño

He elegido esta ilustración de Jago Silver porque, a mi modo de ver, expone esta idea. El relato bíblico no indica que la niña judía que actuó como catalizador de esta historia estuviera en el Jordán, junto al amo al que le habló del profeta de Israel que podría curarle, pero el artista no sólo la incluye en la escena sino que conecta a ambos personajes (la niña y el hombre con una nueva carne «como la de un niño») con idéntica actitud de celebración del milagro.

© Teo Tweet

© Jago Silver | 567 Ministries)

Hidroteología
(Oda al Agua Viva)

Hay quienes ven a Dios como un caudaloso RÍO, y acampan en su ribera para empaparse de su riqueza. Son fértiles sus cosechas, energía obtienen de su corriente, que utilizan para asearse y para que aleje hasta el mar sus excedentes.

Unos creen que Dios es como el OCÉANO: inmenso, majestuoso y lleno de misterios. Pescadores encuentran allí su sustento, aventureros navegan buscando respuestas (o cuentos), surferos disfrutan cabalgando sobre olas a cientos, mientras los que le temen lo observan de lejos, prudentes o perplejos.

Otros piensan en Dios como una FUENTE de la que mana siempre agua fresca y saludable. De ella beben cuando tienen sed; a ella acuden para llenar sus cántaros y demás recipientes; y, si están enfermos o convalecientes, hallan salud en las virtudes medicinales de sus ricos minerales.

Algunos explotan ese MANANTIAL y construyen balnearios, canalizaciones y sofisticadas plantas de embotellamiento. Así suministran a Dios bajo demanda, previo pago, a través de griferías y botellines, para el propio enriquecimiento…

Pero Dios no es río, ni océano, ni fuente;
no es embalse, manantial, ni siquiera corriente.

Dios es EL AGUA, sin duda alguna.
sea nube, sea niebla, sea bruma;
lluvia, rocío, pico nevado,
nieve, escarcha, hielo glaseado;
a veces torrente, a veces quietud;
tormenta o llovizna,
vapor o ventisca…
pero Agua, EL AGUA en plenitud.

«Lo que se recibe, se recibe
—dijo Tomás de Aquino—
al modo del recipiente.»

Quien a Dios encontrar persigue
sumérjase en el contenido
y obvie los continentes.

© Teo Tweet

Hidroteología de Teo Tweet